lunes, 26 de abril de 2010

Hasta el final.


Al final del camino. La razón por la que seguimos. Todo por lo que soñamos llegar a la meta. Es un simple sentimiento de pura felicidad. De puro amor. Porque el amor es el sentimiento que mueve al mundo. O tal vez también haya que añadir al odio. El amor y el odio son los dos sentimientos que mueven el mundo. Así mejor. Pero, realmente, del amor al odio hay un paso. O eso dicen. Y cuando experimentamos ese amor tan mágico y bello no queremos perderlo nunca. Algunos lo pierden. Otros lo transforman. Los más afortunados lo mantienen. Y ahí está la gracia de la vida. Encontrar un amor que sea especial y que esté hasta el final.

jueves, 22 de abril de 2010

Casos de la vida.


Al principio, parecía un juego de niños. Luego, empezó a ser algo más serio. Él le decía que la amaba. Y ella, infeliz, lo creía. Creía todas sus mentiras. Todas sus estupideces. Aceptaba todas sus peticiones. Pero él era diferente a los demás hombres. Él no era apropiado para ella. Aunque a ella eso le daba igual. La primera vez que hicieron el amor fue complicado. El lugar escogido fue en la casa de él. En esa casa compartida por su mujer y su hijo. Él estaba más nervioso incluso que ella. No por ser descubiertos, sino por esa sensación. Esa sensación que tienes al principio, cuando haces algo mal. Pero ese hecho de "hacerlo mal" se convirtió en rutina. Incluso ella se hizo amiga de la mujer de su amante. Al final, lo único que quedó de ella era el recuerdo. El recuerdo de su comportamiento anterior. Antes de conocerlo a él. Antes de entregar su vida a una relación sin futuro y sin sentido. Pero ella, según parecía, así era feliz.

Días de amor y desenfreno.


Qué día tan perfecto. Y ellos, soñando con más días así. Porque estos días no pueden acabar. Aunque, al final, siempre lo hacen. Pero en eso no piensan. Prefieren seguir siendo felices. Dibujándose sonrisas con el dedo. Sintiendo cada segundo más especial que el anterior. Porque así es el amor. O eso dicen.

sábado, 17 de abril de 2010

Sorprendente.


Cuando ella se mira al espejo no se ve como es. Sólo ve algo deforme, algo que realmente no es ella. Siente una sensación de vacío por dentro. Sigue sin apartar la vista del espejo. Y tiembla. Se siente mal. La rodea una extraña sensación de ira. Esa sensación. Esa ira que la mata por dentro. No querría dejar nunca de llorar. Pero por algún motivo, consigue hacerlo. Consigue dejar de llorar. Y aparta la mirada del espejo. Y ya no se ve. Y se imagina. Se imagina como si no fuera deforme. Como si sus ojos estuvieran llenos de vida. Y eso la anima a dejar de esconder una sonrisa. Y eso la empuja a gritar "Hoy será un nuevo día".
Y con ese pensamiento sale de casa. Como todos los días. Dispuesta a comerse el mundo. Porque, hay veces, que por muchos miedos que tengamos, nos apetece reír. Nos dan ganas de comernos el mundo. Aunque no seamos totalmente felices, nos da igual. Porque lo que no debemos hacer es eso, amargarnos. Luchar y seguir adelante. Ser felices. Esas son nuestras metas. Y por ello, la chica deja a un lado lo que siente cuando se mira al espejo. Sale a la realidad y se da cuenta de que no vale la pena arrepentirse, ni quedarse parado, ni siquiera vale la pena llorar. Sólo valen la pena esos pequeños y sorprendentes detalles de cada día. Esos detalles que nos hacen felices por un segundo y que nos ayudan a olvidar nuestra visión frente a ese espejo. Nuestro espejo. Nuestros miedos.

Hasta el amanecer.


Un atardecer. Ella corre como nunca. Su melena negra juguetea feliz con el viento. Llega tarde, lo sabe. Pero no puede correr más. Él estará cansado de esperarla. También lo sabe. Su vestido negro se ajusta a su figura, semejándola con una bella modelo ajetreada. Los tacones suenan fuerte por la calle. Una hora. Llega una hora tarde.
En otro lugar, próximo. Un joven con traje mira el reloj. Son más de las 8. Habían quedado a las 7. Va de un lado hacia el otro en la acera. Lleva así media hora. Casi está a punto de marearse. Pero debe esperarla. Ella lo llamó. "Voy a llegar tarde" dijo. Y ahí estaba él. Esperando.
Cruza una esquina. Y lo ve. Y él la mira. Y los dos sonríen. Él debería parecer enfadado. Pero no está. Con ella, nunca. Se acercan. Ella jadea. Llevaba corriendo diez minutos. Él la abraza y le susurra al oído: "Princesa, llevo una hora esperándote". Ella sonríe y respira hondo, contestándole: "No te quejes, yo he estado toda mi vida esperándote a ti".
Y un beso. Apasionado. Dulce. Intenso. Se miran a los ojos, terminándolo. Sonríen. Ya no tienen edad para ir dándose besos por las calles. Pero es un momento especial. Se sienten otra vez como niños.
Van a la casa de él. Había preparado una sorpresa. Cena romántica. Dos velas. Champán. Fresas. Y un sinfín de bombones y flores. Ella sonríe al ver la decoración. Nunca pensó que él pudiera hacer eso por ella.
Una copa de champán. Dos. Tres. Cuatro. Y se besan. Y ríen. Y sueñan con una noche perfecta. Sueñan y actúan. Terminando la velada entre sábanas. Gemidos y mordiscos suaves acompañan sus movimientos. Hasta el amanecer.

La chica del lago.


Cuando ella se da cuenta de que todo lo demás no sirve de nada, simplemente sonríe. Sonríe porque la vida es eso. Nada. Y todo. O tal vez sean demasiadas cosas a la vez. No piensa. Ella sólo siente. Siente que todo lo demás ya no importa. Que todo lo demás deja de ser interesante. Sólo existe ella. Y quiere ser de una vez feliz. Sin pensar en él. Ni en los estudios. Ni en nada. Simplemente pensando en ella. Actuando por lo que ella decida. Y, en el fondo sabe, que no durará mucho. Pero quiere intentarlo.
Saca un cigarro del paquete y lo mira. Por un instante quiere tirarlo al agua. Poco tarda en encenderlo. Decide que le apetece fumar. No quiere dejar de fumar. No le apetece. Demasiado tiempo ha estado intentando hacer lo correcto. Y ahora, decide seguir fumando.
Sonríe y enciende el piti. Y piensa: "la vida es simplemente eso, decisiones, que tal vez sean buenas o malas, pero que debes decidir tú".

viernes, 16 de abril de 2010

Encontrando al amor en cada esquina.


Ella camina por la calle. Escucha música desde su móvil. Tararea en su mente una canción. Él la mira. Se cruzan. Un choque. Dos miradas. Se caen los libros que ella llevaba entre las manos. "Perdón" y él sigue hacia delante. Pero ella se queda cayada. Lo mira durante unos instantes. Y él, en ese momento en el que ella cesa su mirada, se gira. Y los dos cruzan de nuevo las miradas. Ella vuelve a tener los libros en sus brazos. Él sonríe y se acerca. Los dos corazones palpitan tan rápido que casi es lo único que se escucha. Por lo menos para ellos.
- Hola, soy Marcos -le tiende la mano.
- Hola, yo soy Carlota... -sonrojada, ella le da la mano.
Y comienzan a hablar. Y a conocerse un poquito más. Ella va hacia clase. Él también. Deben irse ya o llegarán tarde. Pero ese choque tan estúpido y puntual puede que se convierta en el principio de algo. De una amistad. De un amor.