- Ven, princesa, vamos a comer en alguna cafetería.
- Me parece increíble que tengamos que irnos mañana.
Ella, resignada, asiente a la petición de ir a comer mientras piensa en voz alta. Parece que en Logroño, lejos de sus padres, lejos de todo, es mucho más fácil ser feliz. Nunca antes había estado en esa ciudad, pero ahora le parecía el mayor refugio del mundo.

- Espera, antes de entar quiero... -ella murmura mientras agarra las dos manos de él.
- ¿Qué quieres?
Él la mira sonriente. Se acarician las manos con ternura, sin miedo, sin restricciones. Ella se acerca a él y comienza a besarlo con esa dulzura especial que la caracteriza. Pausadamente, pero con intensidad. Sólo ella besa así. Y ahí, en la entrada del bar, sin miedo a ser descubiertos, pueden besarse con la seguridad de que todo seguirá igual después de abrir los ojos.
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